La evolución natural de nuestros sentidos no nos permite ver nuestra auténtica realidad, la microscópica y cuántica.
Tenemos una formación sensorial para ver nuestras estructuras compactas, y no como partículas que vibran, saltan y que intercambian información constantemente con su entorno más directo, así como con los confines del universo, cosa que por otra parte, ya está demostrada científicamente.
Nuestros sentidos se desarrollaron inicialmente para permitirnos sobrevivir, lo cual principalmente son necesarios: ver, oler, oír, sentir e intuir peligros que amenazan nuestra supervivencia.
La sorpresa es que actualmente los cambios planetarios están provocando nuevas evoluciones adaptativas al medio ambiente que compartimos, y con ello no dudo que nuestro ADN nos sorprenda.
De momento la información se almacenará en nuestras aguas, en nuestras células. Información silenciada a nuestra conciencia que no dejará de irradiar, provocando el cambio en un movimiento sordo pero transformador, que tarde o temprano, nos devolverá una experiencia iniciática a nuestra nueva realidad vibratoria a través de nuestro entorno.